Ser Mujer Consagrada
Escrito por Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha el marzo 6, 2020

Ser mujer consagrada es vivir alegre, por saberme hija amada de Dios. Una alegría que se refleja en lo cotidiano y que va más allá de una sonrisa, es ese gozo que se siente en lo profundo del corazón. Es vivir en comunidad junto a otras, soñar nuevas posibilidades para todos, compartir los dones y ser hermanas en el amor y la entrega de cada día. Ver a Cristo presente en la Sagrada Eucaristía, para luego llevarlo en el sagrario del corazón y mostrarlo a los demás con la propia vida. Acoger, como lo hizo Juan, a María como madre y ejemplo de mujer consagrada, proclamar junto a María las maravillas del Señor para con nosotras. Es amar con un corazón sencillo a todos, vivir la vida con humildad y pureza de pensamientos.
Es ver a Jesús en el rostro del necesitado, acoger a Cristo que viene a la puerta de nuestra casa, estar dispuesta a socorrer, sanar, acompañar, escuchar a esos Cristos sufrientes que encontramos en el camino, en las periferias. Es dar gratis lo que gratis hemos recibido. Estar de corazón a corazón unida a Cristo, entonces mostrar a otros su amor, perdón y misericordia.
Reflexionar la vida misma, interiorizar, poner todo el Ser delante de Dios. Dejar en último plano el propio interés y dedicar los mejores esfuerzos, la entrega más alegre y el mejor de los servicios en la misión recibida. Construir con otros nuevos caminos, acompañar las luchas de los hombres y mujeres más necesitados. Instruir a los jóvenes en el camino del bien. Proteger, cuidar y dar el más sincero amor a los ancianos y niños sin protección.